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La "tresdelsiete" y la Padilla son los nombres que solemos escuchar cuando se habla de la Escuela de Educación Media Número 3 del Distrito Escolar 7 de la Ciudad de Buenos Aires. La Padilla no por Juana Azurduy sino porque está sobre la calle Padilla (1051, y Juan B. Justo para ser exactos. Barrio de Villa Crespo para ser más exactos). Sin embargo, esa identidad de lucha y compromiso la identifica. Luego de 5 años de tránsito de creación, estamos listos para tener un nombre propio. Y el nombre no es otra cosa que la identidad. La manera en que nos definimos a nosotros mismos. Y qué mejor que elegirlo ¿no? En ese camino estamos. Queremos homenajear así al Proyecto Educativo Institucional (PEI) que nos vio nacer y con el cual crecimos. Y agradecer su gestación. Y también que crecimos. Y a todos aquellxs que conciben el arte y la comunicación como herramientas para la transformación social, como ámbitos de autonomía y libertad. En eso estamos y queremos que participe toda la comunidad educativa!!!!!!!!! Pero toda toda eh!!!!!!! Los invitamos.

Candidatos para la elección final

Blogumulus by Roy Tanck and Amanda Fazani

Leónidas Barletta

Leónidas Barletta es, posiblemente, uno de los grandes olvidados de las letras. Periodista, escritor, ensayista, poeta y dramaturgo, no fue incluido en la Historia de la Literatura Argentina, tal vez, por no poseer el signo aristocrático de las elites literarias de su época. Nació en Buenos Aires en 1902 en una “casa pobre en un barrio rico” (Recoleta), vivió en el vecino barrio de Boedo, se ganó la vida pintando carteles, siendo empleado de la aduana y haciendo otros trabajos del estilo.
Dejó de estudiar en su adolescencia, luego de terminar la escuela primaria y se convirtió en autodidacta. En 1964 afirmó que “el teatro es la más alta escuela de la humanidad”. Fue maestro de actores y no cesó en su lucha por la cultura bajo el lema del arte como transformación y compromiso político. Combatió en silencio contra la pobreza y su pobreza. En el propio silencio que se le iba imponiendo luchó contra las desigualdades sociales pintando en sus escritos hombres y mujeres de los sectores populares sufrientes y harapientos, andrajosos y tristes, convirtiendo a la pobreza en una estética que merecía ser leída y contada.
En 1952 fundó Propósitos, un periódico político–cultural en el que acaso desarrolló su máxima lucidez como periodista e intelectual. El Semanario Propósitos se divulgó de boca en boca y era esperado en todo el país y contó con colaboradores de la talla de Gregorio Seltzer y Horovitz.
La inauguración del Teatro del Pueblo en 1930, pocos días después del derrocamiento del gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen, selló a Barletta en la historia como el “creador” del teatro independiente. Con la intención de enfrentar artísticamente al “teatro comercial”, cobrando “poco y nada”, puso en escena obras de autores nacionales y, de acuerdo a su acta fundacional, tuvo por objetivo “llevar a las masas el arte en general, con el objeto de propender a la elevación espiritual de nuestro pueblo”. El Teatro del Pueblo fue escenario para grandes autores extranjeros (Shakespeare, Gogol, Tolstoi, Cervantes, Lope de Vega, Moliere) y también para estrenos de contemporáneos argentinos como Raúl González Tuñón, Nicolás Olivari, Ezequiel Martínez Estrada, Eduardo González Lanuza y Roberto Arlt quien, un año después de haber descrito una sala destartalada y haber vaticinado su fracaso escribió: “Aquí se está preparando el teatro del futuro, para que cuando esa gente se harte de películas malas, tenga dónde entrar”.
Bajo la consigna “el arte para la revolución” gestó, junto a Elías Castelnuovo, Alvaro Yunque y Roberto Mariani, el legendario Grupo Boedo: autores provenientes de ámbitos de pocos recursos, trabajadores, influidos por los novelistas rusos, simpatizantes con la revolución del ’17 y rivales de la otra cara de la moneda: el Grupo Florida. Mientras Barletta, Castelnuovo, Arlt y el grupo Boedo todo, luchaban por un teatro popular, los integrantes del grupo Florida, rebeldes en estética, se definían como una vanguardia literaria, negándole a Boedo condiciones que el tiempo y las obras desmentirían por sus exitosas realizaciones y el hecho de intercambiarse integrantes que abrevaban en ambas fuentes de cultura enriqueciéndose mutuamente.
No se advierten reclamos contra el olvido en el que parecen haber caído sus novelas y sus poemas. Sus libros, 37 en total (Royal circo, Historia de Perros, La felicidad gris, De espaldas a la luna, Pájaros negros, entre ellos), no se consiguen. Hay apenas algún que otro volumen perdido en librerías de antigüedades. En la Biblioteca del Gobierno de la Ciudad no hay un solo ejemplar de su obra. En la Nacional, unos pocos. Es en el Teatro del Pueblo, hoy ubicado en Diagonal Norte 943, donde mantiene su presencia y donde su idea del teatro como “instrumento de acción política y cultural” (según Roberto Cossa, uno de sus actuales directores), persevera. Allí sigue la campana con la que Barletta, en la vereda de una todavía angosta calle Corrientes, le advertía a la gente que estaba por comenzar otra función.
Lamentablemente hoy no quedan discípulos suyos; sí la enorme impronta del teatro independiente y la idea del arte y la comunicación como parte de la vida del pueblo. Pueblo que, para Leónidas Barletta, no eran sino los sectores populares del Sur de la ciudad.
Si Leónidas Barletta y Roberto Arlt sintieron un gran y manifiesto afecto recíproco, entonces Barletta es un poco Arlt y Arlt un poco Barletta. Y entonces Barletta por Arlt o Arlt por Barletta revolucionaron juntos la escena artística nacional.
Y es función de la Historia restituir con nombre y apellido a todos los “otros” que no han estado en el panteón de los Grandes Hombres. Y eso que Arlt ha sido rescatado por el mercado editorial recientemente. Tal vez, porque esos condenados al olvido son sólo la metáfora de todos y cada uno de nosotros en nuestro paso por el mundo. Tal vez sea una suerte no estar en esos panteones.

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